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La Cadena del Pecado: Concupiscencia, Transgresión y Pecado

La Cadena del Pecado: Concupiscencia, Transgresión y Pecado
La Concupiscencia: El Origen del Mal
Hermanos y hermanas en Cristo, el camino al pecado comienza con la concupiscencia, ese deseo descontrolado que anida en nuestros corazones. Santiago 1:14-15 nos advierte: "sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, produce la muerte."
Este deseo, a menudo disfrazado como algo inocente o incluso deseable, nos separa de Dios. Rompe la comunión con el Espíritu Santo y nos ciega a la verdad divina. Es una lucha constante, como Pablo describe en Romanos 7:23: "Porque veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros."
La Transgresión: El Acto del Pecado
La concupiscencia, si no se controla, conduce a la transgresión, al acto mismo del pecado. Es la decisión consciente de ceder a la tentación, de desobedecer la voluntad de Dios. Salmo 51:3-4 dice: "Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, e hice lo malo delante de tus ojos."
Este acto de desobediencia, aunque parezca pequeño, rompe nuestra relación con Dios. Nos aleja de su gracia y su amor. Es una ofensa a su santidad y a su justicia.
El Pecado: Las Consecuencias Devastadoras
El pecado, una vez consumado, trae consecuencias devastadoras, tanto espiritual como físicamente. Romanos 6:23 nos recuerda: "Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor."
Estas consecuencias pueden manifestarse en diversas formas: la culpa, la vergüenza, la destrucción de relaciones, enfermedades, e incluso la muerte espiritual. Pero gracias a Dios, su amor y misericordia son infinitos. A través de Jesucristo, podemos encontrar perdón y restauración.
Hermanos y hermanas, la lucha contra la concupiscencia, la transgresión y el pecado es real y continua. Pero no estamos solos en esta batalla. Dios nos ha provisto de las armas necesarias para vencer: Su Palabra, el Espíritu Santo y la oración. Busquemos su fortaleza y su guía para resistir la tentación y vivir una vida agradable a Él. Amén.
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Tentación
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