Si bien el juicio es una realidad (Hebreos 9:27), Juan 3:17 nos asegura que el propósito principal de Dios no es la condenación, sino la salvación. El juicio es la consecuencia natural del pecado, pero el amor de Dios ofrece un camino de escape a través de la fe en Jesús.
Jesús, como Cordero de Dios, cargó con el castigo de nuestros pecados en la cruz, ofreciendo así el perdón y la reconciliación con Dios (Juan 1:29; Romanos 5:8). "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).