Mientras esperamos el glorioso regreso de nuestro Salvador, nuestra responsabilidad es vivir una vida digna de su llamado. Debemos ser luz en medio de las tinieblas, testigos fieles de su amor y gracia. Como dice 2 Pedro 3:11-14: "Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo debéis vosotros andar en santa y piadosa conducta, esperando y apresurándoos la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo derretidos, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, esperando esto, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles en paz."