Hermanos y hermanas en Cristo, 1 Tesalonicenses 5:23-24 nos ofrece una visión gloriosa de la consumación de la fe, una promesa de integridad y totalidad en nuestra unión con Dios. El versículo declara: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo." Observemos la amplitud de esta santificación: no se limita a una parte de nosotros, sino que abarca la totalidad de nuestro ser. El Espíritu, la fuente de la vida divina en nosotros (Romanos 8:9), el alma, el centro de nuestra voluntad y emociones, y el cuerpo, nuestro templo terrenal (1 Corintios 6:19), todo debe ser santificado. Es un llamado a la integridad, una vida donde cada faceta de nuestro ser refleja la santidad de Dios.