La fe genuina produce frutos visibles en nuestra vida. No es una fe muerta, sino una fe activa que se manifiesta en obediencia a Dios, en amor al prójimo y en perseverancia ante las dificultades. Gálatas 5:22-23 nos enumera los frutos del Espíritu, que son el resultado natural de una vida guiada por la fe: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."