El salmista implora el juicio de Dios sobre sus enemigos, aquellos que le persiguen con maldad (Salmo 28:3-4). No es un llamado a la venganza personal, sino una súplica por la justicia divina. Dios ve la maldad y actuará en su tiempo. Este pasaje nos recuerda que aunque la justicia de Dios puede parecer tardía para nosotros, su justicia llegará. Romanos 12:19 nos exhorta: "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor." Al mismo tiempo, el salmista clama por la protección de Dios, confiando en su amparo (Salmo 28:7-8). La certeza de la protección divina es un consuelo y una fuente de fortaleza.