La Inmaculada Santidad de Dios

Dios es infinitamente perfecto, sin mancha ni defecto alguno. Isaías 6:3 dice: "Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria". Su santidad es la base de todo lo demás en su ser. No hay nada en Él que necesite purificación o mejora. Su naturaleza misma es la santidad. Levítico 11:44 declara: "Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; y no os contaminaréis con ninguna cosa que se arrastre sobre la tierra."

La santidad de Dios no es simplemente una cualidad abstracta, sino que se manifiesta como justicia perfecta y rectitud absoluta. Salmo 89:14 dice: "Misericordia y verdad se encontraron; justicia y paz se besaron." Su justicia demanda la justa retribución del pecado, mientras que su amor se manifiesta en la provisión de la redención. Romanos 3:23 afirma: "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios," Esta es una consecuencia directa de la santidad divina que no puede tolerar el pecado.

La santidad de Dios también implica separación. Dios se separa de todo lo impuro y se reserva para sí mismo la reverencia y adoración que le son debidas. Éxodo 19:6 indica: "Y vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel." Su santidad exige una vida de devoción exclusiva a Él, libre de la influencia del pecado y el mundo. 1 Pedro 1:16 nos exhorta a ser santos, "así como el que os llamó es santo."

La santidad de Dios es la fuente de Su gloria. Su santidad es visible en Su creación, en Su providencia y especialmente en su obra redentora. La gloria de Dios es el resplandor de su perfecta santidad. Apocalipsis 4:8 describe la adoración en el cielo: "Y las cuatro criaturas vivientes tenían cada una seis alas; y alrededor y por dentro estaban llenas de ojos; y día y noche no cesaban de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir."