La gloria de Dios se manifiesta de manera suprema en Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios. Juan 1:14 nos dice: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad." Cristo, en su vida, muerte y resurrección, reveló la plenitud de la gloria de Dios. Su sacrificio en la cruz, un acto de amor incondicional, superó toda comprensión humana y es el testimonio más elevado de la gloria divina.