Los versículos 24 y 25 culminan este pasaje con una verdad transformadora: "quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas; pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas". Nuestro sufrimiento, al igual que el de Cristo, tiene un propósito. A través de la expiación de Cristo en la cruz, nuestras heridas son sanadas y somos restaurados a la comunión con Dios. El sufrimiento, aunque doloroso, nos lleva hacia la justicia, la sanidad y la reconciliación con nuestro Pastor, Jesucristo.