Un corazón duro de cerviz impide la obra transformadora del Espíritu Santo en nuestras vidas. Hebreos 3:7-8 nos exhorta: "Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,". Rechazando la dirección de Dios, nos exponemos a su juicio y perdemos las bendiciones que Él tiene reservadas para nosotros.