El sacrificio, en el contexto bíblico, va mucho más allá de la simple renuncia a algo material. Se trata de una entrega total de nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Romanos 12:1 nos exhorta: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional". Este sacrificio implica renunciar a nuestros propios deseos, incluso a nuestras propias comodidades, para seguir el camino que Dios ha trazado para nosotros. Hebreos 11:17-19 describe el sacrificio de Abraham, demostrando la fe incondicional que implica la obediencia incluso ante lo aparentemente irracional.