Daniel, guiado por el Espíritu Santo, interpretó el sueño como una gigantesca imagen de metal, representando una sucesión de cuatro reinos terrestres: La cabeza de oro, Babilonia, representada por el propio Nabucodonosor y su glorioso reinado (Daniel 2:38). El pecho y los brazos de plata simbolizan el imperio Medo-Persa, que sucedió a Babilonia (Daniel 2:39). El vientre y los muslos de bronce representan el imperio griego, conocido por su poder militar (Daniel 2:39). Finalmente, las piernas de hierro y los pies de hierro y barro, representan el imperio romano, con su fuerza y fragilidad (Daniel 2:41-42). Esta profecía, cumplida con precisión a lo largo de la historia, destaca la soberanía de Dios sobre las naciones y el curso de los acontecimientos mundiales.