Las enramadas, o *sukkot*, en hebreo, representan una celebración de la cosecha y la dependencia de Dios para la provisión. Levítico 23:39-43 describe la Fiesta de los Tabernáculos, donde el pueblo de Israel habitaba en enramadas durante siete días, recordando su peregrinaje por el desierto y la protección divina. "Habitaréis en enramadas siete días; todo ciudadano de Israel habitará en enramadas..." (Levítico 23:42).
Estas enramadas simbolizan la naturaleza temporal de nuestra vida terrenal y nuestra dependencia de la gracia de Dios para nuestra sustentación diaria. Nos recuerdan que todo lo que tenemos proviene de Él, y debemos agradecerle por Su provisión abundante.
Isaías 4:6 nos habla de un tiempo futuro de descanso y refugio: "Y habrá un tabernáculo para sombra contra el calor del día, y para refugio y escondedero contra el viento impetuoso, y como corrientes de aguas en tierra seca, como la sombra de una gran peña en tierra calurosa". Aquí, la enramada se convierte en un símbolo de protección y consuelo divino.
Aunque no se menciona explícitamente la construcción de enramadas en el Nuevo Testamento, la idea de refugio y protección sigue siendo relevante. Jesús utiliza la metáfora de la "vid y los pámpanos" (Juan 15:1-8) para describir su relación con sus discípulos. Él es la vid, y nosotros los pámpanos, necesitamos permanecer en Él para dar fruto. En ese sentido, podemos ver la imagen de la enramada como un símbolo de nuestra conexión con Cristo, nuestro refugio espiritual.
El concepto de morada en Dios también se encuentra en otras escrituras, donde el creyente encuentra reposo y protección en la presencia del Señor. Salmo 91:1 dice: "El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente". Este "abrigo" o "sombra" evoca la imagen de una enramada que proporciona cobijo y seguridad.
Finalmente, la idea de una "tienda" o "tabernáculo" en el cielo, como se describe en el Apocalipsis, recuerda la temporalidad de nuestras vidas terrenales y la esperanza de una morada eterna con Dios.