El salmo 31 nos presenta un retrato vívido de David, un hombre de Dios, sumido en profunda angustia y desesperación. Su clamor, "En ti, oh Jehová, he confiado; nunca jamás sea yo avergonzado; líbrame en tu justicia" (Salmo 31:1), resuena con la experiencia universal del sufrimiento y la necesidad de la intervención divina. Observa la urgencia en su oración, una expresión de fe a pesar de la oscuridad que lo rodea.