La libertad en Cristo no es una licencia para el libertinaje, sino una oportunidad para vivir una vida transformada por el Espíritu Santo. Pablo expone el contraste entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu: "Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley." (Gálatas 5:22-23). Al rendirnos a la obra del Espíritu en nuestras vidas, manifestamos la verdadera libertad cristiana, una vida marcada por la caridad, la humildad y la obediencia a Dios, no por obligación, sino por amor.