El Único Dios Verdadero: Un Estudio de la Unicidad Divina

Desde el Génesis, la Biblia declara inequívocamente la unicidad de Dios. "Escucha, oh Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es" (Deuteronomio 6:4). Este versículo, el *Shema*, es el fundamento de nuestra fe, estableciendo la inigualable soberanía de Yahvé. No hay otros dioses, ni falsos ídolos que puedan compararse con Él en poder, gloria, y santidad. Isaías 45:5-6 refuerza esta verdad: "Yo soy Jehová, y no hay otro; fuera de mí no hay Dios. Yo te ceñiré, aunque tú no me conocías," declarando Su absoluta singularidad y autoridad suprema.

La adoración de dioses falsos, la idolatría, es una rebelión directa contra la naturaleza monoteísta de Dios. Éxodo 20:3 declara: "No tendrás dioses ajenos delante de mí." Esta prohibición no es una simple sugerencia, sino un mandamiento crucial que subraya la exclusividad de la adoración divina. La idolatría no solo es una falta de respeto, sino que lleva a la desobediencia, a la opresión y a la destrucción espiritual, como se evidencia a lo largo de la historia de Israel y en la parábola del trigo y la cizaña en Mateo 13.

La unicidad de Dios no contradice la doctrina de la Trinidad — Padre, Hijo y Espíritu Santo. Mateo 28:19 instruye: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Esta declaración revela la perfecta unidad y distinción de las tres personas divinas dentro de la única esencia divina. No son tres dioses, sino un solo Dios manifestado en tres personas co-iguales y co-eternas. La comprensión de la Trinidad es un misterio sagrado que debemos aceptar por fe, basándonos en la revelación divina.