Desde el Génesis, la Biblia declara inequívocamente la unicidad de Dios. "Escucha, oh Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es" (Deuteronomio 6:4). Este versículo, el *Shema*, es el fundamento de nuestra fe, estableciendo la inigualable soberanía de Yahvé. No hay otros dioses, ni falsos ídolos que puedan compararse con Él en poder, gloria, y santidad. Isaías 45:5-6 refuerza esta verdad: "Yo soy Jehová, y no hay otro; fuera de mí no hay Dios. Yo te ceñiré, aunque tú no me conocías," declarando Su absoluta singularidad y autoridad suprema.