Ser un verdadero testigo de Cristo no se limita a profesar fe con la boca, sino a vivir una vida que refleje Su amor y enseñanzas. Como dice Mateo 5:16: "Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."
Juan 15:8 nos exhorta: "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos."
No se trata de una declaración vacía, sino de una transformación interna que se manifiesta en acciones externas, demostrando el fruto del Espíritu Santo, como detalla Gálatas 5:22-23: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."