A pesar de todo el dolor y el sufrimiento que experimenta Oseas, su amor por Gomer no se desvanece. Esto es un testimonio del amor eterno e inquebrantable de Dios por su pueblo, un amor que sobrepasa incluso nuestras mayores faltas. Romanos 8:38-39 nos asegura: "Por cuanto estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."