Esaú, posteriormente, se arrepintió amargamente, pero su arrepentimiento fue en vano (Génesis 27:34; Hebreos 12:17). Esto nos enseña que algunas oportunidades, una vez perdidas, no pueden ser recuperadas. Dios siempre ofrece gracia y perdón, pero no siempre restituye lo que se ha desechado con ligereza.