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Jesús: El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo

Jesús: El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo
El Sacrificio Propiciatorio
Juan 1:29 nos revela la identidad de Jesús: "Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía hacia él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" Este versículo establece la misión central de Jesús: remover el pecado que nos separa de Dios. No se trata de un simple perdón, sino de una expiación completa, un sacrificio perfecto ofrecido por la humanidad pecadora.
Isaías 53 profetiza la obra redentora de Cristo: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados." (Isaías 53:5). Jesús cargó con el peso de nuestros pecados, soportando el juicio divino que merecíamos, para que nosotros pudiéramos recibir la sanidad y la paz con Dios.
La Redención a través de la Fe
Romanos 3:23 declara: "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". Todos hemos fallado en alcanzar la perfección divina, somos pecadores por naturaleza. Pero la buena noticia es que la gracia de Dios, a través de la fe en Jesús, nos ofrece la redención. No podemos salvarnos por nuestras obras, sino por la gracia inmerecida que recibimos al aceptar el sacrificio de Jesús en la cruz.
Efesios 2:8-9 nos recuerda: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe". La fe en Jesús, en su muerte y resurrección, es el medio por el cual recibimos el perdón de nuestros pecados y la reconciliación con Dios. Es una respuesta a la obra ya realizada por Cristo.
La Nueva Vida en Cristo
2 Corintios 5:17 nos asegura: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". Al aceptar a Jesús como nuestro Salvador, entramos en una nueva relación con Dios, una nueva vida transformada por el poder del Espíritu Santo. El pecado ya no nos define, sino que somos nuevas criaturas, con la oportunidad de vivir una vida de propósito y santidad.
Juan 3:16 resume la esencia del amor de Dios y la obra redentora de Jesús: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Este amor incondicional nos ofrece la posibilidad de la vida eterna, un regalo que se recibe a través de la fe en Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
La obra de Jesús en la cruz no fue un simple acto histórico, sino un evento trascendental que cambió el curso de la humanidad. Su sacrificio nos proporciona el camino hacia la reconciliación con Dios y la esperanza de una vida eterna en su presencia. Es una invitación que debemos aceptar con humildad y gratitud, reconociendo nuestra necesidad de su gracia y abrazando la nueva vida que Él ofrece.
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