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Jesús, el Cordero de Dios: Un Sacrificio Perfecto

Jesús, el Cordero de Dios: Un Sacrificio Perfecto
El Cordero que quita el pecado del mundo
Juan 1:29 nos dice: "Al día siguiente Juan vio a Jesús que venía hacia él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" Este versículo presenta a Jesús no como un rey terrenal, sino como el sacrificio perfecto, el Cordero Pascual que libera a la humanidad del yugo del pecado. Su sacrificio es la única expiación suficiente para la ira de Dios contra el pecado.
La Profecía Cumplida
Isaías 53 profetiza acerca del Siervo Sufriente, quien cargaría con nuestros pecados y sufriría por nosotros. Leamos Isaías 53:5-6: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; y Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros." Jesús, el Cordero de Dios, cumple a la perfección esta antigua profecía.
El Cordero Inmaculado
1 Pedro 1:19 declara: "sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación," Jesús, sin pecado, se ofreció como sacrificio perfecto, sin mancha, digno de ofrecerse por la humanidad pecadora. Su pureza e inocencia destacan la magnitud de su sacrificio.
El Cordero y el Nuevo Pacto
Hebreos 9:15-16 explica: "Por eso es mediador de un nuevo testamento, para que habiendo venido muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer testamento, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna." A través de la sangre del Cordero, se establece un nuevo pacto, una nueva relación entre Dios y la humanidad, basada en el perdón y la gracia.
Jesús, el Cordero de Dios, es el centro de la fe cristiana. Su sacrificio en la cruz es el fundamento de nuestra salvación, la garantía de nuestra reconciliación con Dios. Al aceptar a Jesús como nuestro Señor y Salvador, recibimos el perdón de nuestros pecados y la promesa de la vida eterna. Meditemos en la grandeza de este sacrificio y demos gracias por el amor incondicional de Dios demostrado a través de su Hijo amado.
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