Hermanos y hermanas en Cristo, la Biblia nos advierte repetidamente sobre la presencia de falsos profetas y maestros que se disfrazan de ovejas, pero son lobos rapaces (Mateo 7:15). Reconozcan sus frutos, pues todo árbol bueno da buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos (Mateo 7:16-20).
No se aferren a doctrinas que contradigan las Escrituras fundamentales. Examínenlo todo; aferraos a lo bueno (1 Tesalonicenses 5:21). No sigan a quienes enseñan la salvación por obras, olvidando la gracia gratuita que se recibe por medio de la fe en Jesucristo (Efesios 2:8-9).
Cuidado con aquellos que buscan la adulación y el reconocimiento personal, en vez del honor de Dios (Juan 5:44). La verdadera humildad es una característica fundamental de los siervos de Dios (Mateo 11:29).
No nos dejemos engañar por apariencias externas. Muchos dicen: "Señor, Señor," pero no hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mateo 7:21-23). La verdadera fe se manifiesta en una vida transformada, caracterizada por el amor, la justicia y la santidad (1 Juan 3:18).
Recuerden que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:26). Un cristiano genuino demostrará su fe a través de su comportamiento, reflejando el carácter de Cristo en su vida diaria. Si no hay frutos de arrepentimiento y transformación, debemos cuestionar la autenticidad de su fe.
Primero, oremos fervientemente por discernimiento espiritual, pidiendo a Dios que nos revele la verdad y nos proteja de las mentiras (1 Juan 4:1). Estudiemos diligentemente las Escrituras, para que podamos discernir entre la verdad y el error (2 Timoteo 2:15).
Busquemos la comunidad de creyentes verdaderos, que nos sostengan en nuestra fe y nos ayuden a crecer en nuestro caminar con Cristo (Hebreos 10:24-25). La sana doctrina nos protege de las enseñanzas engañosas. Mantengamos la unidad en la fe, no permitiendo que las falsas doctrinas nos dividan (Efesios 4:3).