A pesar de la aparente prosperidad de los malvados y la persecución que él sufre por anunciar la verdad de Dios, Jeremías encuentra consuelo en la promesa de la soberanía de Dios. Él reconoce que el Señor es el único que conoce el futuro y que su plan, aunque a veces misterioso, es perfecto. (Jeremías 12:14-17) Dios plantó y regó, pero la cosecha terminó mal. Sin embargo, Dios es todopoderoso e imparcial y siempre tendrá el último juicio.