Dios espera de nosotros un fruto digno de arrepentimiento. Este fruto no es algo que logremos por nuestra propia fuerza, sino a través de la gracia de Dios y la dependencia en Él. Juan 15:5 nos dice: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer." Este fruto incluye el amor, la justicia, la paz y la santidad, características que reflejan la imagen de Cristo en nuestras vidas.