Dios le ordena a Ezequiel que profetice sobre esos huesos, que declare la vida donde solo hay muerte. "Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd la palabra de Jehová." (Ezequiel 37:4). Esta profecía, aparentemente absurda, es un acto de fe, una demostración de la confianza absoluta en el poder creador de Dios. No es la habilidad humana la que resucita, sino la palabra poderosa de Dios.
Luego, un evento sobrenatural ocurre. "Y profeticé como me fue mandado; y hubo un ruido, y he aquí un temblor, y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso." (Ezequiel 37:7). Dios, mediante su Espíritu Santo, da vida a los huesos secos, restaurando la conexión, la unidad y la esperanza. Este "ruido" y "temblor" representan el poder transformador del Espíritu Santo que obra en nuestras vidas, trayendo sanidad y resurrección espiritual.