Para evitar este peligro, debemos aferrarnos firmemente a la fe que hemos profesado. Romanos 1:17 nos dice: "Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá." Nuestra justicia no proviene de nuestras obras, sino de la fe inquebrantable en el sacrificio de Jesús. Esta fe no es una emoción pasajera, sino una convicción profunda que nos impulsa a avanzar, incluso frente a las dificultades. Santiago 1:2-4 nos recuerda: "Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando cayereis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Y la paciencia ha de tener su obra perfecta, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte cosa alguna."