Una vez que alguien ha puesto su fe en Jesucristo como Señor y Salvador, recibe el don de la salvación eterna (Juan 3:16; Romanos 10:9-10; Efesios 2:8-9). Esta salvación es un regalo de Dios, no algo que merecemos o que podemos ganar a través de nuestras obras. Dios mismo sella al creyente con el Espíritu Santo (Efesios 1:13-14), garantizando su posición en Cristo.