El desaliento, hermanos, es una raíz amarga que, si no se arranca, puede contaminar toda nuestra vida espiritual. A menudo surge de una falta de fe, de una mirada fija en las circunstancias en lugar de en Dios. Como dice Hebreos 11:6: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan." La falta de fe nos lleva a la duda, al temor y a la desesperanza, creando un terreno fértil para el desaliento.
También puede brotar de la desobediencia a la Palabra de Dios. Cuando ignoramos sus mandamientos y promesas, nos separamos de su consuelo y fuerza. Proverbios 3:5-6 nos recuerda: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas."