Clamar a Dios no es simplemente un ritual, sino una expresión genuina del corazón. Debemos hacerlo con humildad, reconociendo nuestra dependencia de Él. Mateo 6:6 nos exhorta: "Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará en público". La oración debe ser sincera, expresando nuestros anhelos y necesidades, tanto personales como los de la comunidad. Debemos hacerlo con perseverancia, creyendo en Su poder y misericordia, como lo hizo Jesús en Getsemaní (Lucas 22:44).