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Dios no usa vasos sucios

Dios no usa vasos sucios
La santidad de Dios y la pureza requerida
Hermanos y hermanas en Cristo, la santidad de Dios es un atributo inmutable, un fuego consumidor que no puede coexistir con la impureza. Isaías 6:3 declara: "Y el uno al otro daban voces, diciendo: ¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria!" Esta triple repetición de "Santo" enfatiza la absoluta perfección y pureza de Dios. Si Dios es santo, ¿cómo podemos esperar acercarnos a Él sin la debida preparación espiritual?
La necesidad de la limpieza espiritual
Para ser usados por Dios, debemos someternos a un proceso de purificación, de limpieza espiritual. 2 Corintios 7:1 nos exhorta: "Así que, teniendo estas promesas, amados, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios." Esto implica no solo la abstinencia de acciones pecaminosas, sino también la transformación del corazón, la renuncia a los pensamientos impuros y el cultivo de la virtud.
El ejemplo de los vasos en el templo
Consideremos el contexto del templo en el Antiguo Testamento. Los vasos usados para el servicio sagrado debían ser impecables, libres de cualquier defecto. Cualquier impureza los hacía impuros para la obra de Dios. Este principio se extiende a nuestras vidas. Debemos ser vasos limpios, preparados para recibir el Espíritu Santo y ser instrumentos de Su obra en el mundo. Hebreos 9:13-14 nos habla de la sangre de Cristo como el medio para la purificación y el acceso a Dios.
La obra transformadora del Espíritu Santo
El proceso de limpieza no es algo que logramos por nuestra propia fuerza, sino mediante la obra transformadora del Espíritu Santo. Es Él quien nos limpia, nos renueva y nos capacita para servir a Dios. Gálatas 5:22-23 nos presenta los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; estas son las evidencias de una vida purificada y lista para ser usada por Dios.
En conclusión, hermanos, la vida cristiana es una continua búsqueda de la santidad, un proceso constante de limpieza y purificación. Debemos esforzarnos por vivir vidas agradables a Dios, libres de la contaminación del pecado, para que podamos ser vasos útiles en Sus manos, instrumentos en la construcción de Su reino. Que el Espíritu Santo nos guíe en este camino de santificación, preparándonos para ser vasos limpios y aptos para el servicio de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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