Nuestro Padre Celestial, en su infinita misericordia, nos ha prometido sanidad. Isaías 53:5 dice: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados." Esta promesa no se limita a la sanidad espiritual, sino que abarca también la sanidad física y emocional. Jesús mismo recorrió Galilea sanando a todos los que sufrían, demostrando el poder sanador del Reino de Dios (Mateo 4:23-24).