Diez leprosos, marginados y desesperados, clamaron a Jesús: "Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!" (Lucas 17:13). Su clamor, aunque sencillo, revela una fe genuina, un reconocimiento de su necesidad y un abandono de la autosuficiencia. Jesús, movido por compasión, respondió a su fe, ordenándoles: "Id, mostraos a los sacerdotes" (Lucas 17:14). Este acto de Jesús ilustra la poderosa misericordia de Dios, que no se deja llevar por las apariencias, ni por las limitaciones humanas, sino que extiende su sanidad aún a los más marginados. Como afirma el Salmo 103:3: "El que perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias."