Hermanos y hermanas en Cristo, la revelación del Gran Trono Blanco en Apocalipsis 20:11-15 nos presenta una imagen poderosa y a la vez aterradora. Es un juicio que no podemos ignorar, un momento trascendental donde cada acto, cada pensamiento, cada palabra será presentado ante el Omnipotente. "Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos." (Apocalipsis 20:11). Este versículo nos muestra la magnitud del evento, la absoluta autoridad de Dios y la inevitabilidad del juicio.
Consideremos la solemnidad de este pasaje. No es un juicio trivial o superficial, sino una evaluación exhaustiva de nuestras vidas a la luz de la perfecta justicia divina. "Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras." (Apocalipsis 20:12). Cada obra, buena o mala, será juzgada, conforme a las Escrituras. Ninguna acción quedará sin ser examinada. (Romanos 14:12: "Así que, cada uno de nosotros dará cuenta de sí a Dios").