Desde el Génesis, el fuego se presenta como una fuerza poderosa de Dios. En Génesis 1:2 leemos: "Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas." Aunque no se menciona fuego explícitamente, la creación misma fue un acto de poder divino, un acto que implica la transformación y la formación a través de una fuerza comparable al fuego. Posteriormente, el fuego se muestra como instrumento del juicio divino, como en Sodoma y Gomorra (Génesis 19), donde el fuego del cielo consumió las ciudades por su iniquidad. Este juicio nos recuerda la santidad de Dios y las consecuencias del pecado.