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Presentándonos ante Dios: Una Mirada a la Gracia y la Obediencia

Presentándonos ante Dios: Una Mirada a la Gracia y la Obediencia
Acercándonos con Fe y Humildad
Hermanos y hermanas, la pregunta de cómo presentarnos ante Dios es fundamental para nuestra vida espiritual. No podemos acercarnos a la santidad de Dios con presunción, sino con un corazón contrito y humilde. El salmista declara: "Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me abriste los oídos; holocausto y expiación no demandaste. Entonces dije: He aquí que vengo; en el rollo del libro está escrito de mí. Para hacer tu voluntad, oh Dios mío, me deleito; y tu ley está en medio de mi corazón" (Salmo 40:6-8). Nuestra presentación ante Dios no se basa en nuestras obras, sino en la fe en la obra consumada de Jesucristo.
El camino hacia la aceptación divina comienza con el reconocimiento de nuestra necesidad de Él. "Porque todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Reconocer nuestra fragilidad y dependencia es crucial para una genuina aproximación a Dios. La humildad precede a la gracia divina.
A través de la Obediencia y la Santidad
Aunque nuestra justificación viene por la fe en Cristo, nuestra presentación ante Dios se refleja en nuestra vida transformada. 1 Juan 2:6 declara: "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo." No se trata de una perfección imposible, sino de un continuo caminar en obediencia a sus mandamientos, reflejando su amor y santidad en nuestras acciones diarias. Esto implica esforzarnos por vivir una vida de rectitud, buscando la justicia y la misericordia.
Debemos recordar que la verdadera adoración no se limita a los servicios religiosos, sino que se extiende a cada aspecto de nuestra vida. "Porque la adoración verdadera y aceptada delante de nuestro Padre es esta: que visitemos a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y que nos guardemos sin mancha del mundo" (Santiago 1:27). Nuestra presentación ante Dios se ve en cómo tratamos a los demás, en nuestra justicia y compasión.
La Gracia y el Perdón
Finalmente, debemos recordar la infinita gracia y el perdón que Dios ofrece. A pesar de nuestras imperfecciones y caídas, podemos acercarnos a Él confiando en la sangre derramada de Jesucristo que nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). No debemos permitir que la culpa y la vergüenza nos alejen de nuestro Padre celestial. Su amor es incondicional y su perdón ilimitado. Acerquémonos a Él con corazones arrepentidos y reciba la paz que solo Él puede dar.
En conclusión, presentarnos ante Dios es un viaje continuo de fe, humildad y obediencia. No es una meta final, sino un proceso de crecimiento espiritual, guiado por la gracia y el poder del Espíritu Santo. Que cada uno de nosotros se esfuerce por acercarse a Dios con un corazón puro, sabiendo que su amor nos precede y su perdón siempre está disponible.
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