Hermanos y hermanas en Cristo, miremos a la oveja, un animal conocido por su mansedumbre y docilidad. En el Salmo 23, el rey David, un pastor mismo, describe a Dios como nuestro pastor: "Él restaura mi alma; me guía por sendas de justicia por amor de su nombre" (Salmo 23:3). La oveja, confiada en su pastor, sigue dócilmente. Así también, nosotros, como ovejas de su rebaño, debemos confiar en la guía de nuestro buen Pastor, Jesucristo, quien dijo: "Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas" (Juan 10:11). Su humildad y sumisión son reflejos del corazón contrito que Dios busca, como dice Isaías: "Porque yo, Jehová, soy tu Dios, quien te toma de la mano, quien te dice: No temas, yo te ayudo" (Isaías 41:13).