El juez, descrito como "injusto" y "sin temor de Dios" (Lucas 18:2), finalmente accede a la petición de la viuda, no por compasión, sino por evitar su persistente molestia. Este contraste resalta la paciencia y misericordia de Dios, que supera infinitamente la del juez injusto. Dios, a diferencia del juez, no se cansa de escuchar nuestras súplicas, siempre y cuando seamos perseverantes en la fe.