Hermanos y hermanas en Cristo, el tabernáculo en el desierto, y posteriormente el Templo de Salomón, no fueron simples estructuras de piedra y madera. Eran representaciones físicas, un tipo, del Santuario Celestial, como lo describe Hebreos 8:5: "Los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, según fue mostrado a Moisés, cuando iba a hacer el tabernáculo; porque se le dijo: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te mostró en el monte." Era un lugar donde Dios se encontraba con Su pueblo, un recordatorio tangible de Su santidad y Su pacto de amor.
El atrio exterior, donde se encontraban el altar de los holocaustos y el lavacro de bronce, simbolizaba la necesidad de arrepentimiento y purificación antes de acercarse a Dios (Hebreos 9:13-14). El lugar santo, con el candelabro, la mesa del pan de la proposición y el altar del incienso, representaba la presencia constante de Dios y la intercesión continua a través de la oración y la ofrenda. Finalmente, el lugar santísimo, con el arca del pacto, era el lugar de la presencia más inmediata de Dios, reservado exclusivamente para el Sumo Sacerdote una vez al año, en el Día de la Expiación (Levítico 16).