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El Santuario: Una Reflexión Celestial y Terrenal

El Santuario: Una Reflexión Celestial y Terrenal
El Santuario Terrenal: Un Modelo de lo Celestial
Hermanos y hermanas en Cristo, el tabernáculo en el desierto, y posteriormente el Templo de Salomón, no fueron simples estructuras de piedra y madera. Eran representaciones físicas, un tipo, del Santuario Celestial, como lo describe Hebreos 8:5: "Los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, según fue mostrado a Moisés, cuando iba a hacer el tabernáculo; porque se le dijo: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te mostró en el monte." Era un lugar donde Dios se encontraba con Su pueblo, un recordatorio tangible de Su santidad y Su pacto de amor.
El atrio exterior, donde se encontraban el altar de los holocaustos y el lavacro de bronce, simbolizaba la necesidad de arrepentimiento y purificación antes de acercarse a Dios (Hebreos 9:13-14). El lugar santo, con el candelabro, la mesa del pan de la proposición y el altar del incienso, representaba la presencia constante de Dios y la intercesión continua a través de la oración y la ofrenda. Finalmente, el lugar santísimo, con el arca del pacto, era el lugar de la presencia más inmediata de Dios, reservado exclusivamente para el Sumo Sacerdote una vez al año, en el Día de la Expiación (Levítico 16).
El Santuario Celestial: La Realidad Espiritual
Pero el Santuario terrenal era solo una sombra, un reflejo imperfecto de la realidad espiritual que se encuentra en el Santuario Celestial. Hebreos 9:24 declara: "Porque Cristo entró, no en un santuario hecho de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora por nosotros delante de Dios." Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, no ofrece sacrificios animales, sino que ofrece el sacrificio perfecto de sí mismo por nuestros pecados (Hebreos 9:11-12, 10:10-14).
En el Santuario Celestial, Cristo, nuestro mediador, intercede constantemente por nosotros ante el Padre (Romanos 8:34; Hebreos 7:25). No hay necesidad de sacrificios repetidos, porque Su sacrificio es completo y eterno. El velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo en el Santuario terrenal se rasgó en la cruz (Mateo 27:51), simbolizando el acceso directo que ahora tenemos a Dios a través de Cristo.
Por lo tanto, hermanos, recordemos que el Santuario terrenal, aunque ya no existe físicamente, nos enseña una lección profunda acerca del amor y el sacrificio de nuestro Salvador. Entendamos que el Santuario Celestial es nuestra realidad, donde Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, continuamente nos representa ante el Padre. A través de la fe en Jesús, tengamos acceso con confianza al Santuario Celestial, acercándonos a Dios con corazones arrepentidos y gratos.
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