El clamor no es simplemente un grito desesperado, sino una oración ferviente, llena de fe y humildad. Debemos acercarnos a Dios con un corazón contrito, reconociendo nuestra necesidad de su gracia y misericordia. Isaías 55:6 dice: "Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano". Nuestro clamor debe ser específico, expresando nuestras necesidades y preocupaciones con sinceridad. Mateo 7:7-8 nos anima: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá." Debemos clamar con perseverancia, sin desfallecer en nuestra fe, confiando en la promesa de Dios de responder a nuestras oraciones según Su voluntad. Lucas 18:1 nos cuenta la parábola de la viuda persistente, enseñándonos la importancia de la perseverancia en la oración.