Las Escrituras están repletas de ejemplos del poder transformador de la oración. Jesús mismo nos enseñó a orar, modelando una vida de oración constante y poderosa. Observemos las oraciones de hombres y mujeres de fe, como Elías, Daniel, y la misma María, Madre de Jesús. Sus oraciones movieron montañas, abrieron cielos, y cambiaron el curso de la historia.