Hermanos y hermanas en Cristo, la pureza, en su esencia, comienza en el corazón. No se trata únicamente de la ausencia de actos impuros, sino de la transformación interna, de la renovación de nuestra mente (Romanos 12:2). Es allí, en el secreto del corazón, donde se gestan los pensamientos, deseos y intenciones que luego se manifiestan en nuestras acciones. Jesús mismo nos enseñó: "Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias" (Mateo 15:19). Por lo tanto, cultivar un corazón puro, sometido a la voluntad de Dios, es el primer paso crucial en nuestro camino hacia la santidad.