Dios prometió un descanso a su pueblo, un descanso sabático, un cese de las obras. Este descanso no es simplemente un cese de la actividad física, sino un cese de las obras de la ley, un reposar en la gracia y la redención que se nos ofrece en Cristo. Es un descanso espiritual, una paz profunda que sobrepasa la comprensión humana.