La gracia no solo nos salva, sino que también nos transforma. 2 Corintios 12:9 nos recuerda: "Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad". A través del poder del Espíritu Santo, la gracia nos empodera para vivir una vida que agrada a Dios, llena de amor, compasión y servicio a los demás. Gálatas 5:22-23 describe el fruto del Espíritu: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley".