La entrada al Reino de los Cielos se recibe por medio de la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios. Juan 3:3 declara: "Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios." Este "nuevo nacimiento" es una transformación espiritual, un cambio de corazón impulsado por el Espíritu Santo, que nos reconcilia con Dios. Creer en su sacrificio expiatorio en la cruz es fundamental. Romanos 10:9-10 nos dice: "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación."