El Salmo 60, aunque en un contexto diferente, refuerza la misma verdad. A pesar de las derrotas y las dificultades, la fe en la fidelidad de Dios es fundamental. El salmista reconoce la necesidad de Dios como su fortaleza y su escudo (Salmo 60:1-4). Aun en medio del conflicto y la incertidumbre, él se aferra a la promesa de la ayuda divina. La victoria no siempre es inmediata, pero la fidelidad de Dios es incondicional, como se refleja en los versículos finales del Salmo 60, que prometen la expansión de Su reino. Esto nos recuerda que a pesar de las apariencias, la última palabra la tiene Dios.