Pero hay esperanza. 1 Corintios 6 no termina con una condenación, sino con una invitación a la acción. Debemos esforzarnos por la reconciliación, imitando el amor sacrificial de Cristo, quien dio su vida por nosotros, aun siendo sus enemigos (Romanos 5:8). Debemos buscar la paz, perdonar las ofensas, y buscar la justicia en el espíritu de humildad y gracia. En lugar de buscar venganza, debemos buscar la restauración, la sanidad de las relaciones dañadas. Esta es la verdadera manifestación del fruto del Espíritu Santo, la evidencia palpable de la transformación que Cristo obra en nuestras vidas.