Incluso en su cautiverio y ceguera, Sansón no perdió por completo la fe en Dios. Su oración en Jueces 16:28 refleja un arrepentimiento, aunque tardío. Dios le otorgó una última oportunidad de mostrar su fuerza, demostrando el perdón y la gracia divina, aun en medio de la debilidad humana (Jueces 16:28-31).