Hermanos y hermanas en Cristo, el Salmo 50 nos confronta con la majestad y el juicio de Dios. No se trata de un Dios distante, sino de un Dios que conoce nuestros corazones, nuestros pensamientos y nuestras acciones. Como dice el salmo, "No condenaré tu boca, ni tus pensamientos, delante de tus ojos estarán" (Salmo 50:21). Este conocimiento íntimo no es para condenarnos prematuramente, sino para invitarnos a la verdadera adoración y arrepentimiento. Muchos ofrecen sacrificios externos, pero sus corazones están lejos de Dios. Dios no se complace en tales ofrendas vacías.