Dios no impuso condiciones a Abraham para ganar Su favor. La fe de Abraham era la respuesta a la promesa divina, no un requisito previo. El pacto se basaba en la fidelidad incondicional de Dios. Sin embargo, Dios le pidió a Abraham caminar en Su presencia, vivir una vida que reflejara Su santidad, obedeciendo sus mandamientos como respuesta a su amor incondicional. Dios le prometió una descendencia innumerable (Génesis 17:6), una tierra (Génesis 17:8), y una bendición para todas las naciones a través de él (Génesis 17:7). Estas promesas, dadas a Abraham, son la base de la promesa de salvación para la humanidad.